A partir de 1715 se transformo el traje alargado de finales del
reinado de Luis XIV. Se puso énfasis en la silueta bidimensional –
plana por delante y por detrás, pero cada vez más ancha en
las caderas-, que podía llegar a medir varios centímetros a
cada lado. Alrededor de 1720, el informal vestido plisado y
suelto se combinó con un miriñaque redondeado para crear un
nuevo modelo de vestido aristocrático: el vestido a la francesa.
En 1750, ya se había aceptado como alternativa al vestido de
ceremonia de la corte. Los miriñaques creaban voluminosas
faldas redondeadas, en forma de pedestal o -a partir de 1725,
desde cuando se utilizaron ballenas- faldas campana. También
se usaban enaguas rígidas denominadas jansenistas, nombre
de un escrito grupo religioso.
Este brillante vestido a la francesa está compuesto por un
vestido exterior de brocado de seda faille, tejida con hilos de
plata y oro y adornada con pasamanería en hilo de oro. La
seda esta tejida con un dibujo de delicadas flores unidas por
irregularidades líneas serpenteantes. La anchura de la falda
muestra la suntuosa cantidad de tela cara. El vestido exterior se
une a la parte delantera del corsé, de la misma tela de seda.
Las faldas, cuya forma se consigue gracias a lo miriñaques y a
las enaguas almidonadas, caen en una acentuada forma de
campana, popular a partir de 1730.